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Canadá - El viaje ha comenzado
16.08.2012
Llevo una semana en Canadá y si no escribiera de vez en cuando lo que he hecho, probablemente ya habría olvidado la mitad.
Esto es increíble, diferente, fascinante, impresionante.
Tras aterrizar en Vancouver el 8 de agosto de 2012 (¡¡¡la vista desde el avión sobre Groenlandia era gigantesca!!!), pasé los dos primeros días en el albergue. Vas conociendo gente maja y no tan maja, paseé por la ciudad con un grupo de alemanes, por lo demás la amabilidad de los canadienses me asombraba cada día de nuevo, te llevan el equipaje pesado, te aguantan la puerta abierta, te dan consejos, un funcionario del ferrocarril te aconseja coger un tren negro ("Si te preguntan, actúa como si no tuvieras ni la más remota idea de lo que te están hablando...") y se oye por todas partes: BIENVENIDO A CANADÁ. Y si no le das las gracias al conductor cuando te bajas del autobús, casi se ofende. Los alemanes podemos aprender mucho de eso.
Dos días más tarde, Jan y yo recogimos a Tobias en el aeropuerto (casi sin jet lag - así que el turno de noche fue algo bueno ;) ). Pasamos los días siguientes viviendo en Burnaby, un barrio de Vancouver. Vancouver es enorme, si no te fijas sólo en el centro. A pesar del increíblemente rápido Skytrain, se tardan horas en llegar de un extremo a otro de la ciudad.
Pero ahora hablemos del surfista de sofá. Merece la pena hablar de él. De unos 40 años, hace pesas todos los días en el gimnasio del bloque de pisos (por suerte sólo vivimos en el noveno de 24 pisos), su afición favorita es pescar, odia el pescado. ¿Suena raro? Pues sí. Pero podemos vivir aquí en nuestra propia habitación y utilizarlo todo, totalmente genial.
Además de explorar la ciudad (los barrios de aquí son tan diferentes, ya me he enamorado del barrio artístico de Granville Island), hemos hecho muchas cosas con los amigos de la escuela de Tobias en esta primera semana, ya sea fiestas en casa, comer sushi o, como hoy, nadar en un río de montaña helado en las afueras de Vancouver o saltar desde los acantilados. El paisaje es impresionante y contrasta enormemente con el centro de la ciudad, repleto de rascacielos y también hogar de muchos mendigos.
Fuimos a hacer piragüismo con otros alemanes que también están aquí en el programa Work & Travel (también en la zona de Vancouver), y fue la primera vez que me di cuenta realmente de dónde estaba y qué estaba haciendo. Y aunque echo mucho de menos, estar aquí es maravilloso.
Aparte de la increíble amabilidad de los canadienses, llama la atención el constante olor a hierba. Es increíble, ya estés en el centro de la ciudad, en el supermercado, en Stanley Park, en las noches de cine al aire libre o en el aparcamiento subterráneo de tu edificio de apartamentos, siempre huele a hierba por todas partes. Pero aún no he podido averiguar si esto está relacionado con la amabilidad de la gente ;-)
Una cosa más: (siento que todo esto sea tan desorganizado, es que no paro de pensar en cosas que contaros...) Canadá es mega caro. El agua del grifo sabe asquerosa, si compras alguna, te vuelves pobre. No me extraña que la ciudad sea cada vez más grande en las afueras, no te puedes permitir vivir en el centro.
Ha pasado la primera semana y, aunque ya he visto mucho y he caminado mucho, no puedo quitarme la sensación de que aún no conozco la ciudad. Hay demasiadas cosas que hacer sólo en Vancouver como para poder hacerlas todas en medio año.
Pero mañana salgo a la carretera en el coche que hoy hemos cogido Tobías y yo de unos mochileros austriacos. El coche es genial, espero que se conduzca igual de bien durante las próximas semanas. :)
Ya os contaré y espero que el oso no me coma ;-)


