Tres días de vuelta a casa, las impresiones y pensamientos de esta expedición aún resuenan. Muchas facetas y ámbitos -sociales, culturales y científicos- me impactaron durante las casi seis semanas. Y una y otra vez, ¡magníficas experiencias de la naturaleza! Pero también contrastes negativos, como las zonas de bosque desnudo, que en su multitud desde el aire parecían una enfermedad de la piel de la Madre Tierra.
Una de mis tareas era averiguar e ilustrar cómo interactúan los ecosistemas marino y forestal. Para ser sincera, me preocupaba que fuera difícil. Pero fue muy fácil. Había vínculos que conectaban estos sistemas a cada paso. En parte gracias al trabajo científico en el Centro de Ciencias Marinas de Bamfield o a conversaciones con gente como Peter Mieras. Pero también observando y escuchando atentamente.
También la impresionante cultura de las Primeras Naciones, con su conocimiento de la naturaleza y los valores que defienden. ¿Es "junto a" la expresión correcta en este caso? ¿Acaso los valores que defendemos no repercuten también en todos los ecosistemas del planeta?
Con certeza: ¡Sí!
Nunca antes había tenido la oportunidad de visualizarlo con tanta claridad. Cómo la vida, desde el dosel del bosque hasta las oscuras profundidades de nuestros océanos, continúa en un gran sistema holístico, apoyándose e influyéndose mutuamente una y otra vez. Cómo la preservación de los hábitats naturales en las selvas tropicales de Canadá también tiene automáticamente una influencia positiva en el hábitat marino. Las zonas forestales desaparecidas fijan menos CO2, arrastran sedimentos al mar y lo hacen más ácido.
La destrucción de hábitats para animales jóvenes lo hace menos rico en especies. Los cambios climáticos resultantes provocan que los ríos se sequen o se conviertan en crecidas repentinas. No será posible preservar este sistema si los valores y las sociedades existen "al lado" de él. Sólo tiene sentido si nos conectan con el ciclo de la vida y sus reglas.
Los representantes de las Primeras Naciones fueron magníficos embajadores de ello. Los jóvenes de la expedición estudiantil fueron maravillosas chispas de esperanza para llevar este mensaje al mundo. Fue estupendo conocer a gente tan joven.
¡Tocad el tambor, tocadlo fuerte!









