Cuando tenía 5 años, soñaba con convertirme en investigadora de ballenas. No podía imaginar nada mejor que nadar con orcas y ballenas jorobadas. 

Pensé que este sueño de la infancia se había desvanecido. Hasta que solicité plaza en WI. De repente volvía a estar ahí: ese latido infantilmente ingenuo, un poco romántico, ilusionado y salvaje. 

Y rápidamente me di cuenta de que es este latido el que une aquí a las personas más diversas por una causa. El niño de 5 años que hay en mí baila de alegría por poder formar parte de esto y, a través de unos cuantos rincones, hacer una pequeña contribución a la protección de las orcas, las ballenas jorobadas y todas las demás criaturas vivas de este planeta.

Estoy firmemente convencida de que la preservación de nuestro mundo reside en lo salvaje y de que cada uno de nosotros lleva lo salvaje dentro y late como el corazón de un niño.